A continuacíon una editorial que refleja el paso del ex jurado de ShowMatch por la cuna de la bandera.
Por Orlando Verna / La Capital
“¿No ves que estamos actuando?” le dijo Ricardo Fort a una mujer que le alcanzaba un cartel manifestándole su cariño en medio de “Fortuna”, la obra de teatro que pasó el fin de semana por el City Center. Tal aspiración, la de actuar, como la de cantar, no son artes que se compran y sólo la extrema exhibición televisiva de este empresario chocolatero puede explicar su participación en una puesta larga, anodina y de la que sólo puede destacarse la solvencia de Adriana Salgueiro para hacer comedia y de María Fernanda Callejón para pararse en un escenario adornado con bellezas de certámenes de bailongo.
“Fortuna” relata la pretendida vida real del heredero de la conocida firma de golosinas: un gastador compulsivo de dinero que compra anillos para sus amantes mientras una contadora espera ponerlo en caja.
La historia comienza cuando todos esos personajes se juntan en su casa, perdón, mansión. Daisy, una divertida Salgueiro como su hermana alcohólica; y Selva, una cumplidora Callejón como la contadora; además de Carmen, Gloria y Priscila, interpretadas por las vedetes Anabel Cherubito (la única de las tres que puede mostrar algo más que su cuerpo), Claudia Fernández y Claudia Ciardone. Acompañan Adrián Caballero y Félix Rossi.
Sin control. Por su parte, decir que Fort es de madera para hacer lo que no debería (actuar y cantar), es faltarle el respeto a tan noble material. No solamente porque no puede controlar su cuerpo hinchado de anabólicos, tampoco puede hacerlo con su dicción y más de una vez no se le entiende lo que dice. Si a eso se suma que intenta cantar, el cóctel es sorprendente, sobre todo si se lo mide por la reacción interesada del público.
Este amplio y difuso panorama (propio de la fila mil en un salón sin declive) se completa con referencias a los chismes inventados de TV, olvidos varios del guión, abusos de “risas incontenibles” entre los intérpretes y hasta muestras de autoritarismo (un parlante fue la razón del verdugeo) y estúpido personalismo.
Y aunque el humor tiene el poder de redimir la noche, el espectáculo se enrarece cuando Fort hace playback de (perdón Sandro) “Así” y “Por ese palpitar”, y termina derrumbándose cuando a capella hace la copla andaluza “Te lo juro yo”.
Con un sonido demasiado alto y una escenografía que se tambalea, la obra se sostiene en la gracia de ver a personajes mediáticos en vivo (la tele deforma, no hay dudas), aunque Fort todavía no haya entendido que el talento no viene en un chocolatín.
Link de la nota: http://www.lacapital.com.ar/ed_impresa/2010/11/edicion_732/contenidos/noticia_5276.html
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