¿Y por qué salgo ahora a plantearlo? Muy fácil, porque si lo hubiera sacado a relucir con ese gran hombre y actor que fue Rolo en vida, él mismo me hubiese dicho que no valía la pena mostrar el verdadero corazón de Gerardo.
Todos los que vivimos de este medio, sabemos que no miento ni un pelito cuando hablo de la miseria humana de Sofovich.
Y no lo digo porque yo no la tenga como tantos otros mortales, pero sí debo reconocer que pocos hombres conocí con la mala voluntad, el rencor, el resentimiento y el odio de este buen señor que ahora habla de las invitaciones ventajeras que le hacía a Rolo Puente a Punta del Este. ¡Qué caradura!
También detalla su preocupación por su salud e internación, y no olvida todo el trabajo que le dio cuando todo funcionaba sobre ruedas... pero se olvida que lo dejó colgado del pincel en las últimas temporadas de “Polémica en el bar” o lo que para mí pasará a ser “Miseria en el bar”.
Con total pedido de disculpas a todos los que acompañaron a Sofovich a lo largo de todas las temporadas de este gran éxito televisivo del que no es único dueño el hermanito del talentoso y querido Hugo Sofovich. ¡Ese sí fue un tipazo!
Y quiero honrar a las decenas de genios, duendes, ángeles, dioses y astros que pasaron por esa mesa y por ese bar, donde el único que siempre desentonó mientras estuvo, fue justamente él, Gerardo.
Recuerdo al glorioso Fidel Pintos, al delicioso “Minguito” Altavista, al desopilante “Gordo” Porcel, al efectivo Alberto Irizar, al gigantesco Vicente Larrussa, a las mil y una de Mario Sapag, al loco Esteban Mellino, al grandioso Javier Portales, el monumental Mario Sánchez, el mayúsculo César Bertrand, Adolfo García Grau, Julio De Grazia, la incipiente Florencia de la Ve, el intruso Jorge Rial, Chiche Gelblung, González Oro, Luciana Salazar, Noemí Alan... Y por supuesto, el enorme Rolo Puente.
Y tanta gente que me debo estar olvidando... Pero Gerardo siempre desentonaba en ese clima de tertulia, de camaradería, de temas que desde su dictadura de su malhumor, de su soberbia convertían en programas o grabaciones traumáticas. Lo recuerdo porque hasta yo mismo supe sumarme a algunas de esas mesas y no olvido sus gritos, sus estados de ánimos pésimos, sus problemas complejos... ¿Qué se puede decir de un tipo que estuvo 22 años peleado, sin dirigirle la palabra a su propio hermano, haciéndole la vida imposible?
Este es el hombre que hoy se llena la boca diciendo y recordando a su hermano Hugo, que ya no está, con el que se amigó 10 minutos antes que se muriera. ¡Por favor! Hablo de un hombre que tortura sus amores en la vida y actúa el llanto en sus partidas. ¿Qué podía esperar Rolo Puente de este sinvergüenza que lo dejó afuera de su soñada “Polémica en el bar”?
Ni saludos permitió que le dieran sus amigos de la mesa cuando él quedó internado, cosa que salió en todos los diarios para que el mismo Gerardo se erigiera en su elevado egoísmo y tirano despotismo de negarlo una y todas las veces que se lo pidieron.
Hoy, Sofovich derramó alguna lágrima, se subió al caballo del recuerdo “post mortem” que ni siquiera reclamo, y colgó el cuadrito del grande Rolo Puente en la escenografía de su amada “Polémica” que bien ganado está.
Por fin, la vida le permitió volver a lo que Gerardo le negó sabiendo lo que lo hacía sufrir. No me lo quería guardar y a esta edad me puedo dar estos pequeños gustos. ¡Rolo, salute viejo!
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